Esta es la traducción y lectura del artículo publicado por el matemático Chuck Hammill, realizada en la Conferencia del Futuro de la Libertad de 1987. Esta ponencia tenía dos objetivos principales:
- Animar a todas las personas simpatizantes de la ideología libertaria a usar tecnología y criptografía como herramienta de libertad.
- Presentar de forma pública The LiberTech Project: su proyecto de promoción de la tecnología para mejorar nuestra privacidad y seguridad
Este contenido fue lo primero que se compartió en la Lista de Correo Cypherpunk cuando empezó a estar operativa en Septiembre de 1992.
La persona que lo compartió fue Russel E. Whitaker, Directivo de Extropy Institute y Editor de la revista Extropy Magazine. En el título del mail donde enviaba la transcripción de esta conferencia ponía: «Long but good: Hammill on encryption», lo que significa: «Largo pero bueno: Hammill sobre encriptación»
Y exactamente eso es este contenido, algo largo pero bueno. Esta acción de Hammill motivó a personas como Tim May, el cuál publicó su Manifiesto Criptoanarquista en la Hacker Conference de 1988.
*La traducción ha sido realizada por Alfre Mancera, cualquier error o sugerencia, se agradece que me lo comuniques.
FROM CROSSBOWS TO CRYPTOGRAPHY
Chuck Hammill, 1987.
Ya sabéis, la tecnología, y en particular la tecnología informática, a menudo ha tenido una mala reputación en los círculos libertarios.
Tendemos a pensar en 1984 de Orwell, o en Brasil de Terry Gilliam, o en los detectores de proximidad que mantenían a los de Berlín Oriental en su propio lado de la frontera, o en los dispositivos de de Nixon para acosar a los que estaban en su «lista de enemigos».
O, reconocemos que por el precio de un billete en el Concorde podemos volar al doble de la velocidad del sonido, pero sólo si primero pasamos por un detector de metales dirigido por un policía del gobierno, y le permitimos hurgar en nuestro ser.
Pero creo que esa mentalidad es un error. Antes de que existieran las varas con punzones, los gobiernos torturaban a sus prisioneros con palos y mangueras de goma. Antes de que existieran los láseres para espionaje, los gobiernos utilizaban prismáticos y lectores de labios. Aunque el gobierno ciertamente utiliza la tecnología para oprimir, el El mal no está en las herramientas, sino en el que las maneja.
De hecho, la tecnología representa una de las vías disponibles más prometedoras para recuperar nuestras libertades de aquellos que las han robado. Por su propia naturaleza, favorece a los brillantes (aquellos que pueden ponerla en práctica) frente a los aburridos y con poco interés (aquellos que no pueden). Favorece a los que se adaptan (que son rápidos para ver lo nuevo) frente a los perezosos (que se aferran a los métodos probados por el tiempo)
Y… ¿Qué dos palabras pueden describir mejor la burocracia gubernamental que aburrida y lenta?
Uno de los triunfos más claros y clásicos de la tecnología sobre la tiranía, es la invención de la ballesta portátil. Con ella, un campesino no entrenado podía atacar un objetivo a cincuenta metros, de forma totalmente fiable y letal incluso si ese objetivo fuera un caballero montado con su cota de malla.
A diferencia del arco largo, que, ciertamente, era más potente y podía disparar más veces por unidad de tiempo, la ballesta no requería entrenamiento formal para utilizarla. Mientras que el arco largo requería una elaborada coordinación visual, táctil y quinestésica para lograr algún grado de precisión, el portador de una ballesta simplemente tenía que colocar el arma en su hombro, apuntar a lo largo de la flecha, y podía estar razonablemente seguro de dar en el blanco.
Además, dado que los únicos caballeros montados a caballo que visitarían al campesino medio serían los soldados del gobierno y los recaudadores de impuestos, la utilidad del dispositivo era clara: Con él, la plebe podía defenderse a sí misma de tanto de otros atacantes como de sus amos gubernamentales.
La ballesta era el equivalente medieval de la bala perforante. y, en consecuencia, los reyes y los sacerdotes (que eran el equivalente medieval de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Ballestas) amenazaban con la muerte y la excomunión, respectivamente, por su posesión ilegal.
Si observamos la evolución posterior, vemos cómo la tecnología, por ejemplo como el arma de fuego, en particular el rifle de repetición y el revólver, seguidos más tarde por la ametralladora Gatling y otras armas de fuego sofisticadas, alteró radicalmente el equilibrio del poder interpersonal e intergrupal. No sin razón el Colt del 45 fue llamado «el igualador».
Una frágil anfitriona de un salón de baile con una Colt del 45 en su poder era totalmente capaz de protegerse a sí misma del más bravo gañán de cualquier salón. La publicidad de la época también reflejan la comercialización del rifle de cartuchos de repetición con el siguiente reclamo: «un hombre a caballo, armado con uno de estos rifles, simplemente no puede ser capturado».
Y, mientras sus captores dependieran de armas de pedernal, o rifles de un solo tiro, el mensaje del anuncio era sin duda, verdadero
Actualizando ahora el contexto al presente, el cifrado de clave pública (con un ordenador personal para ejecutarlo) representa un salto cuántico equivalente en las armas defensivas. No sólo se puede utilizar esta técnica para proteger los datos
de una persona, sino que también puede permitir que dos extraños intercambien información a través de un canal inseguro de comunicación, como una línea telefónica intervenida por ejemplo -sin que se hayan reunido previamente para intercambiar claves de cifrado. Con un ordenador de mil dólares, se puede crear un cifrado que un multi-mega buck CRAY X-MP (es decir, un ordenador de los primeros, q eran enormes) no puede descifrar en un año.
Dentro de unos años, debería ser económicamente factible cifrar de forma similar las comunicaciones de voz; poco después, imágenes de vídeo digitalizadas a todo color. La tecnología no sólo habrá hecho obsoletas las escuchas telefónicas, sino que habrá derribado por completo el control del gobierno sobre las transferencias de información.
Me gustaría dedicar un momento a plantear la matemática que hace posible este principio. Este algoritmo se llama RSA, por Rivest, Shamir y Adleman que lo crearon conjuntamente. Su seguridad se deriva del siguiente hecho: si un número muy grande es el producto de dos números primos muy grandes, sería extremadamente difícil obtener los dos factores primos a partir del análisis de su producto.
Digo «extremadamente» en el sentido de que si los dos números primos usados, a los q vamos a llamar P y Q tienen 100 dígitos cada uno, el producto resultante de 200 dígitos no podrá ser factorizado en menos de 100 años por el ordenador más potente que existe en la actualidad.
[En este momento del discurso, Chuck Hammil realiza una expicación técnica sobre el funcionamiento de generación de claves en el algoritmo RSA, que en este artículo omitiremos porque pretende que sea entendible para todos los públicos, y no es relevante para entender el mensaje de Hammill en esta charla]
*El siguiente párrafo es una adaptación de las palabras originales de Hammill suprimiendo las referencias técnicas no aptas para novatos:
Lo que hace que esto sea un desarrollo innovador, y por qué se llama criptografía de clave pública, es porque existen dos claves y puedo compartir abiertamente mi clave pública mientras mantengo en secreto mi clave privada, de este modo cualquiera puede enviarme un mensaje encriptado pero solo yo puedo recuperar el mensaje original. Otra ventaja de este esquema es la noción de firma digital, que permite autentificar el origen de un mensaje determinado.
Y estas son las mismas preocupaciones, por cierto, que hoy atormentan a la Unión Soviética sobre toda la cuestión de los ordenadores personales. Por un lado, reconocen que, en las escuelas estadounidenses, los niños crecen usando computadoras de una forma tan común como se usaban las reglas de cálculo, de hecho las computadoras se usan más porque éstas pueden hacer cosas que interesarán, e instruirán, a niños de 3 y 4 años. Y son precisamente estos estudiantes los que, dentro de una generación, se enfrentarán a sus homólogos soviéticos. Para los soviéticos, esta reticencia al ordenador personal, podría ser tan suicida como seguir enseñando esgrima mientras sus adversarios aprenden balística.
Por otra parte, independientemente de lo que sea un ordenador personal, también es una máquina de copiar exquisitamente eficiente: un disquete puede contener más de 50.000 palabras de texto y puede copiarse en un par de minutos. Por si esto no fuera suficientemente amenazador, el ordenador que realiza la copia también puede encriptar los datos de una manera que es casi irrompible. Recuerda que en la sociedad soviética no hay acceso público a una máquinas Xerox. (Las relativamente, pocas máquinas copiadoras que existen están controladas de forma más activa que las ametralladoras en Estados Unidos)
Ahora, la posición «conservadora» es que no debemos vender estqas computadoras a los soviéticos, porque podrían utilizarlos en sistemas de armamento. La posición «liberal» es que deberíamos venderlos, en interés del comercio y la cooperación mutua; y de todos modos, si no hacemos la venta, seguramente habrá otra nación dispuesta a hacerlo.
Por mi parte, estoy dispuesto a sugerir que la posición libertaria debería ser darlos a los soviéticos de forma gratuita, y si es necesario, hacerles que los tomen.. y si eso no funciona cargar un SR-71 Blackbird y lanzarlos por aire sobre Moscú en medio de la noche. Pagado por suscripción privada, por supuesto, no por impuestos. Confieso que esta no es una posición que haya ganado mucho apoyo entre los miembros del espectro político convencional de izquierda-derecha, pero, a pesar de todo, en palabras de uno de los personajes de la trilogía Illuminatus, «somos políticos no euclidianos»: La distancia más corta a un objetivo concreto puede no parecerse en nada a lo que la mayoría de la gente consideraría una «línea recta».
Si tomamos una visión del mundo lo suficientemente larga, se puede argumentar que romper el monopolio del gobierno soviético en la transferencia de información podría conducir mejor al debilitamiento y, en efecto, a la disolución final del imperio soviético.
Pero en el planteamiento anterior también está el problema: una visión del mundo «suficientemente larga» sugiere que los malvados, los opresores, los coercitivos y los simplemente estúpidos «tendrán lo que se merecen», pero de momento lo que no está claro es cómo el resto de nosotros puede escapar de ser asesinados, esclavizados o empobrecidos en el proceso.
Cuando los liberales y otros colectivistas comenzaron a atacar a la libertad, poseían una economía razonablemente estable, saludable y que funcionaba, y un tiempo casi ilimitado para proceder a su paralización y desmantelamiento. Una política de gradualismo político era al menos concebible. Pero ahora, tenemos una economía que parece una colcha tradicional de esas que se hacen cosiendo parches al azar, y que se mantiene unida con alambre de embalar y saliva. El Estado no sólo nos grava para «alimentar a los pobres» al mismo tiempo que induce a los agricultores a sacrificar vacas lecheras y hacer subir los precios de los alimentos, sino que, al mismo tiempo financia la investigción de productos químicos agrícolas para aumentar la producción de leche en las vacas que quedan vivas.
O ser testigo del hecho de que un descenso en el precio del petróleo se considere tan potencialmente aterrador como un aumento comparable hace unos años. Cuando el precio subió, se nos dijo que la economía corría el riesgo de colapsar por falta de energía. El aumento del precio se calificó como “el equivalente moral de la guerra» y los federales entraron en acción. Por primera vez en la historia de Estados Unidos, la velocidad a la que se conduce el coche para ir al trabajo por la mañana se convirtió en un asunto de interés federal. Ahora, cuando el precio del petróleo baja, nos arriesgamos a tener problemas de nuevo, esta vez porque las compañías petroleras americanas y las incapaces naciones del Tercer Mundo que venden petróleo pueden dejar de pagar sus deudas a nuestros super expandidos bancos. La panacea sugerida es que gobierno debe volver a subir los precios del petróleo que la OPEP ha bajado, a través de un nuevo impuesto sobre el petróleo. Dado que el gobierno pretende aumentar los precios del petróleo en el mismo grado que hizo la OPEP.
¿Cómo podemos llamar a esto sino el «equivalente moral de una guerra civil”? Entendida como el gobierno contra su propio pueblo.
En el comercio internacional, ¿se puede imaginar alguna entidad en el mundo, que no sea un gobierno, que acuda a los tribunales alegando que un vendedor está vendiendo sus productos demasiado baratos y exigiendo no sólo que el tribunal obligue a ese vendedor travieso a subir sus precios, sino también que se le castigue por el hecho de haberlos bajado en primer lugar?
Así que mientras los estadistas podrían permitirse el lujo de tomar un par de cientos de años para destrozar nuestra economía y nuestras libertades, la verdad es que no podemos contar con un período equivalente de estabilidad para recuperarlas. Sostengo que existe casi un efecto de «agujero negro» en la evolución de los estados-nación al igual que en la evolución de las estrellas. Una vez que la libertad se contrae más allá de un grado mínimo, el Estado deforma el tejido de la continuidad política en torno a sí mismo hasta un punto donde la libertad se vuelve casi imposible.
Una buena ilustración de esto puede verse en el ámbito de los llamados pagos de «bienestar». Cuando los que cenan en el comedero público superan en número (y, por tanto, también en votos) a aquellos cuyos impuestos deben reponer el comedero.
¿Qué opción posible tiene una democracia que no sea la de perpetuar y ampliar el sistema de tomar de pocos para el beneficio inmerecido de muchos? Vaya a la oficina de «Bienestar» más cercana, busca tan solo a dos personas en el paro, y te darás cuenta de que entre ellos forman un bloque de votos que puede superar para siempre tu voto en custiones como quién es el dueño de tu vida… y del fruto de tu trabajo.
Así que, esencialmente, los que amamos la libertad necesitamos una «ventaja» de algún tipo si queremos prevalecer. Obviamente, no podemos emplear perspectivas altruistas que se centren en los demás, aquello de «trabajar, esclavizarnos, sufrir y sacrificarnos para que la próxima generación de mil millones de extraños al azar pueda vivir en un mundo mejor».
Reconozco que, por muy inmoral que sea este llamamiento, es, sin embargo, muy poderoso en la cultura actual. Si puedes convencer a la gente de que trabaje enérgicamente por una «causa», preocupándose únicamente por su bienestar personal para seguir lo suficientemente vivo y sano como para seguir trabajando, entonces tienes una reserva de energía masiva de verdad de la que sacar provecho. De la misma forma, está claro que este es el tipo de apelación no puede ser utilizada tautológicamente para objetivos egoístas o libertarios. Si esta noche me pusiera delante de ustedes y les dijera algo así como: «Escuchen, síganme mientras enuncio mi noble «causa», contribuyan con su dinero para apoyar la «causa», renuncien a su tiempo libre para trabajar por la «causa», luchen desinteresadamente para llevarla a cabo, y entonces (después de que tú y tus hijos estéis muertos) quizás los hijos de tus hijos vivirán realmente bajo el egoísmo»… todos pensaríais que me he vuelto loco.
Y, por supuesto, tendrían razón. Porque el punto que estoy tratando de hacer ver es que el libertarismo y/o el egoísmo se expandirá cuando las personas libertarias y/o egoístas encuentren rentable y/o agradable el hacerlo. Y probablemente solo entonces será posible.
Aunque es cierto que no menosprecio el concepto de la acción política, no creo que sea ni la única ruta ni la más rentable para aumentar la libertad en nuestro tiempo de vida. Considere que, por una fracción de la inversión en tiempo, dinero y esfuerzo que podría gastar en tratar de convencer al Estado de abolir las escuchas telefónicas y todas las formas de censura, puedo enseñar a todos los libertarios que estén interesados en cómo usar la criptografía para abolirlas unilateralmente.
Hay una máxima -un proverbio- que se atribuye generalmente a los esquimales, y es muy probable que la mayoría de los libertarios lo hayan escuchado. Y si bien es probable que no os opongáis al mensaje del proverbio, es posible que sientan que ya lo habéis escuchado lo suficiente, y que no tiene nada más que enseñarnos, incluso más aún: puede que estéis cansado de escucharlo.
Por lo tanto, lo repetiré ahora:
Si le das a un hombre un pez, lo alimentas durante un día. Pero si enseñas a un hombre a pescar, lo alimentas para toda la vida.
Quizá te viste expuesto en esta cita en algún tipo de contexto «trabajo» versus «asistencia social», es decir, que si realmente quieres ayudar a alguien necesitado, debes enseñarle a ganarse el sustento, no simplemente a mendigarlo.
Y, por supuesto, esto es cierto, tan solo porque la próxima vez que tenga hambre, puede que no haya nadie cerca y predispuesta, e incluso capaz de darle un pescado, mientras que con la información sobre cómo pescar, es completamente autosuficiente.
Pero esto solo atiende al primer orden del contenido de la cita, y si no hubiera más que extraer de ella, solo te habría hecho perder el tiempo al citarla de nuevo. Después de todo, parece tener un sesgo casi cripto-altruista, como si implicara que deberíamos estructurar nuestras actividades para maximizar los beneficios para los mendigos hambrientos que podamos encontrar.
Pero consideremos algo:
Supongamos que este esquimal no sabe pescar, pero sabe cazar morsas. Usted, por otro lado, a menudo ha pasado hambre mientras viajaba por el país de las morsas porque no tenías idea de cómo atrapar esas malditas cosas, y a su vez ellas se comían la mayoría de los peces que podías pescar. Ahora supongamos que los dos deciden intercambiar información, intercambiando conocimientos de pesca por conocimientos de caza. Bueno, lo primero que hay que observar es que una transacción de este tipo refuta categóricamente y sin ambigüedades la premisa marxista de que todo comercio debe tener un «ganador» y un «perdedor»; la idea de que si una persona gana, debe ser necesariamente a «costa» de otra que pierde. Está claro que en este caso no es así. Cada una de las partes ha ganado algo que no tenía antes, y ninguna de ellas se ha visto perjudicada de ninguna manera. Cuando se trata de un intercambio de información (en lugar de objetos materiales) la vida ya no es un juego de suma cero. Se trata de una noción muy poderosa. En ese aspecto, la «ley de los rendimientos decrecientes», o las leyes primera y segunda de la termodinámica, todas estas «leyes» que limitan nuestras posibilidades en otros contextos, ya no se aplican. Eso sí que es anarquía.
O consideremos otra posibilidad: Supongamos que este esquimal hambriento nunca aprendió a pescar porque el gobernante de su nación-estado decretó la pesca como ilegal. El esquimal nos cuenta que, como el pescado contiene espinas diminutas y peligrosas, y a veces espinas afiladas, el Estado ha decretado que su consumo -e incluso su posesión- es demasiado peligroso para la salud de la población… incluso para los adultos con conocimientos y voluntad. Tal vez sea porque se considera que los cuerpos de los ciudadanos son propiedad del gobierno y, por lo tanto, la función del estado es castigar a aquellos que cuidan indebidamente de la propiedad del gobierno. O tal vez porque el Estado suele conceder a los adultos competentes los «beneficios» que proporciona a los niños y a los enfermos mentales: es decir, una tutela supervisora omnipresente para que no tengan que tomar decisiones sobre un comportamiento que se considera físicamente arriesgado o moralmente «malo». Pero, en cualquier caso, te quedas mirando estupefacto, mientras tu informante esquimal relata cómo esta ley se aplica de forma tan seria que un amigo suyo fue recientemente encarcelado durante años por el delito de «posesión de nueve onzas de trucha con intención de distribuir».
Ahora puedes concluir que una sociedad tan grotescamente opresiva como para aplicar una ley de este tipo es simplemente una afrenta a la dignidad de todos los seres humanos. Puede ir más allá y decidir dedicar una parte de su tiempo discrecional y de ocio a la tarea de frustrar el objetivo de este tirano. (Su razón de ser puede ser «altruista» en el sentido de querer liberar a los oprimidos, o «egoísta» en el sentido de demostrar que puede ser más astuto que el opresor, o muy probablemente alguna combinación de ambos motivos, o incluso quizás por otros motivos).
Pero, como no tienes ningún deseo de convertirte en un mártir de tu «causa», no vas a montar una campaña militar, ni siquiera vas a intentar hacer pasar un barco cargado de peces aún con el bloqueo.
Sin embargo, es aquí donde la tecnología -y en particular la tecnología de la información- puede multiplicar tu eficacia literalmente por cien. Digo «literalmente», porque por una fracción del esfuerzo (y prácticamente ningún riesgo) que conlleva el contrabando de un centenar de peces, se pueden producir fácilmente cien copias Xerox de las instrucciones de pesca. Si el gobierno al que se dirige, como los Estados Unidos de hoy, permite al menos la discusión abierta de temas cuya aplicación está restringida, entonces eso debería ser suficiente. Pero, si el gobierno intenta suprimir también el flujo de información, entonces tendrá que esforzarse un poco más y quizás escribir su manual de pesca en un disquete encriptado según los parámetros de su mítica clave pública esquimal. Pero en lo que se refiere a aumentar el acceso al pescado en el mundo real, has hecho un auténtico avance con resultado distinto a cero, que puede seguir creciendo como una bola de nieve a medida que otros re-diseminen la información que has proporcionado. Y no has tenido que perder el tiempo tratando de convertir a los adversarios ideológicos, o incluso tratando de ganar a los indecisos.
Recordemos la frase de Harry Browne en «Freedom in an Unfree World», según la cual el éxito de cualquier empresa es, en general, inversamente proporcional al número necesario de personas que debes persuadir para llevarla a cabo.
Si se observa la historia, no se puede negar que ha sido ha sido dramáticamente moldeada por hombres con nombres como Washington, Lincoln, Nixon, Marcos, Duvalier, Gadaffi… y otros de su calaña. Pero también ha sido moldeada por personas con nombres como Edison, Curie, Marconi, Tesla y Wozniak. Y estas últimas han moldeado la historia de una forma igual de penetrante que los primeros pero no tan sangrienta.
Y ahí es donde estoy tratando de ubicar The LiberTech Project. En lugar de suplicar al Estado que, por favor, no nos esclavice, saquee o coarte, propongo una red libertaria que difunda las tecnologías con las que podemos conquistar la libertad por nosotros mismos.
Pero aquí debemos ser un poco cuidadosos. En la actualidad no es ilegal encriptar la información cuando el gobierno quiere espiarte, pero no hay garantía de lo que pueda deparar el futuro. Se han presentado proyectos de ley, por ejemplo, que habrían convertido en delito llevar chaleco antibalas cuando el gobierno quiere dispararte. Es decir, si cometieras ciertos delitos mientras llevas un chaleco de kevlar, ese hecho constituiría un delito federal independiente por sí mismo.
Esta ley, que yo sepa, no se ha aprobado… todavía… pero indica cómo piensa el gobierno.
Otras aplicaciones tecnológicas, sin embargo, sí plantean riesgos legales. Reconocemos, por ejemplo, que cualquiera que ayudara a un esclavo a escapar de la preguerra civil en el «ferrocarril subterráneo» estaba haciendo un uso claramente ilegal de la tecnología, ya que el gobierno soberano de los Estados Unidos de América en ese momento consideraba que la compra y venta de seres humanos era tan aceptable como la compra y venta de ganado. Del mismo modo, durante la Prohibición, cualquiera que utilizara su bañera para fermentar la levadura y el azúcar y convertirla en la droga psicoactiva ilegal, el alcohol, utilizaba la tecnología de un modo que podía hacer que los agentes federales lo mataran a tiros por su «crimen» -desgraciadamente, no se le devolvió la vida cuando el Congreso dio marcha atrás y volvió a permitir el uso de esta droga.
Así que… para citar a un ex presidente, co-conspirador no acusado y delincuente indultado…
«Permítanme dejar una cosa perfectamente clara»
El Proyecto LiberTech no defiende, participa o conspira en la violación de ninguna ley, por muy opresiva, inconstitucional o simplemente estúpida que sea. Se dedica a la descripción (sólo con fines educativos e informativos) de procesos tecnológicos, y algunos de estos procesos (como volar un avión o la fabricación de un arma de fuego) pueden requerir una licencia adecuada para realizarlos legalmente. Afortunadamente, no se necesita ninguna licencia para la distribución o recepción de la información en sí.
Así que, la próxima vez que veas el panorama político y te desesperes pensando: «Bueno, si el 51% de la nación y el 51% de este Estado y el 51% de esta ciudad tienen que volverse libertarios para que yo sea libre, entonces alguien podría cortarme el maldito cuello y acabar ahora mismo con mi miseria», date cuenta de que no es así. Existen formas de hacerse libre.
Si quieres explorar esas técnicas a través del Proyecto Libertech, puedes darme tu nombre y dirección -o un nombre falso y una dirección de correo, en todo caso- e irás a la lista de correo de mi boletín publicado erráticamente. Cualquier amigo o conocido que creas que puede estar interesado también son bienvenidos.
Si tienes una idea que compartir, o incluso un producto útil que promocionar, estaré encantado de que lo escribas para publicarlo. Incluso si quieres ser un «free rider» y sólo beneficiarte de lo que otros contribuyen, eres bienvenido:
Todo será de dominio público; siéntete libre de copiarlo o de regalarlo (o de venderlo, porque si puedes conseguir dinero por él mientras yo estoy sacando anuncios a toda página tratando de regalarlo, ciertamente tienes derecho a tu beneficio capitalista…) En cualquier caso, toda aplicación de estos principios debería hacer que el mundo fuera un poco más libre, y estoy dispuesto a respaldarlo, al menos en el futuro previsible.
Les dejo con una última reflexión:
Si no aprendes a convertir tus rejas de arado en espadas antes de que prohiban las espadas, asegúrate entonces de que aprendes a hacerlo antes de que prohíban los arados también.